La imagen de Eric la hemos tomado prestada de aquí.
Todo aquel que forme parte de
nuestro gremio sabrá que una de las cosas más importantes, a la vez que
difíciles, es encontrar un nombre para el establecimiento. Ese nombre ha de
representar al local, a su regente y ser al mismo tiempo un reclamo, una
llamada, una invitación para que el transeúnte se convierta en visitante y éste
en “parroquiano”. Después viene la no menos ardua tarea de buscar un logotipo y
rotular un cartel para poner en la fachada de manera que el pretendido reclamo
haga su papel.
Así nos encontramos nuestros
paseos coloreados con los más diversos motivos que nos inducen a las más
variopintas ideas y tentaciones.
Sin embargo, hasta hace poco
tiempo había en Alicante un bar sin rótulo en la fachada y, de hecho sin
nombre: El Bar de Eric. Así es como todo el mundo lo conocía y a nadie le hacía
falta saber más. El Bar de Eric era referente para cualquier persona
pretendiente a un ratito de buen rollo compartido con otras personas de igual
talante conocidas o no. En El Bar de Eric se podía disfrutar del arte
literario, musical y visual. Era uno de los bares más populares de la ciudad. Y
es que Eric atendía a sus visitantes sirviendo las copas y las cervezas con una
tapa de honestidad, cariño y siempre con una sonrisa. Esa imborrable sonrisa
con la que nos obsequiaba siempre que teníamos la suerte de cruzarnos con él.
Alcemos nuestras copas y con una
sonrisa brindemos ¡por Eric!

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